La lucha armada en la Argentina , a pesar de su
mención recurrente y de recientes esfuerzos significativos en el avance en su
compresión, es un camino todavía abierto para muchas investigaciones. La
potencialidad de las fuerzas de izquierda que tomaron para sí esta forma de
lucha como la acción política a realizar, todavía merece una explicación. Una
explicación no abstracta, por mera pasión historiográfica, sino una explicación
que posibilite avanzar en el conocimiento de las determinaciones de nuestra
propia acción hoy. Difícil parece postular cualquier acción política, más aún
una que se declame representante de la clase obrera, sin dar cuenta de las
razones de dónde brotaba esta potencialidad y, las de las denominadas fuerzas
de izquierda que expresaron el surgimiento de la lucha armada y su posterior
derrota.
En ese camino, este texto solo pretende
sintetizar una posición que muestra, ya a mediados de los sesenta, diversos
argumentos políticos en torno a la viabilidad, o potencia, de expresar una
transformación mediante la lucha armada como método de acción política. Existe
un sentido común, por lo menos en la Argentina , que la guerrilla y su discusión solo
corresponden a la década posterior de los setentas. Hoy también, son
“desestimadas” rápidamente las posiciones partidarias de la época respecto de
esta forma de acción política. Por el contrario, este texto intenta mostrar que
ya ahí estaban señaladas las concepciones políticas que posibilitan la
discusión esencial sobre la guerrilla
como método de lucha[1].
Tal vez, los sesenta principalmente en la Argentina , justamente por presentarse en los
orígenes de la expansión en toda Latinoamérica de la lucha armada como método
de acción, es cuando brotan más florecientes las posturas públicas a favor y en
contra de estas acciones que la clandestinidad posterior —producto de la
creciente represión— harán disminuir en importancia.
Más allá de las críticas a la guerrilla por
ser considerada como único método de lucha, por hacer énfasis en su base rural
y campesina, y por cierta desvinculación del movimiento obrero, que sería el eje
de la acción revolucionaria, la mayoría de los planteos críticos de la acción
guerrillera (e inclusive, los más afines tampoco lo negarían) sugieren que la
consolidación y eje en el Partido no son considerados por los postulados
guerrilleros.
Los que sostienen un planteo crítico de la
lucha armada, se paran sobre la base de afirmar solo la potencia genérica de la
clase obrera de superar el modo de producción capitalista. Así se establece que
se debe potenciar la lucha de clases, “ligando”, “transmitiendo”, “concientizando”
“elevando”, “uniendo”, “ganándose a las
masas”, a la clase obrera, considerando que ya existen condiciones objetivas
para superar el modo de producción, y que solo faltaría impulsar unas abstractas
condiciones subjetivas. La potencialidad genérica de estos planteos, esta
afirmada desde la simple subsunción formal del obrero al proceso de producción,
por la cual el trabajador pasa de realizar el proceso de producción bajo
relaciones de dependencia personal, o de manera independiente, a hacerlo bajo
una relación capitalista. Estos planteos nunca sostienen sus posiciones, mostrando
la potencialidad revolucionaria del obrero viniéndole de ser atributo directo de
la potencias del propio proceso de reproducción del capital, o sea desde la
subsunción real del obrero al capital. Ahí es donde se revolucionan las condiciones
del proceso de trabajo, que surgen por cuenta y cargo de una necesidad del
capital, el cual transforma la materialidad del proceso de trabajo, y por tanto
la subjetividad misma del obrero. Para decirlo de una vez, mostrar a la acción política, que es una
relación directa entre las personas, como forma concreta de realizarse la
relación indirecta general, la relación económica. Si así lo hicieran, no se
podría postular la propia acción política separada
de las propias potencialidades que el modo de producción le imprime, sin la
discusión contextual política inmediata de cada acción y que determinaciones
generales expresan.
El año 1964 es significativo en la lucha
armada en la Argentina ,
ya que son capturados los miembros de la experiencia del EGP (Ejército
Guerrillero del Pueblo) entre abril y mayo. Es también significativo porque en
julio estalla una bomba en un edificio de la calle Posadas de la Capital , donde se
encontraba un grupo que iría a “fusionarse” con el EGP, autodenominado Fuerzas
Armadas de la
Revolución Nacional (FARN). El líder de ese grupo, Ángel “el
Vasco” Bengoechea, había sido uno de los líderes de la agrupación trotskista Palabra Obrera, de reconocida
trayectoria militante.
Esta síntesis corresponde al artículo Dos métodos frente a la revolución
latinoamericana[2] de
Nahuel Moreno líder de la agrupación Palabra
Obrera de origen trotskista. El artículo es de septiembre de 1964 del
segundo número de la revista partidaria Estrategia[3].
Palabra Obrera había sufrido recientemente una ruptura favorable a la guerrilla
liderada por el “Vasco”, quien había ido a entrenar a Cuba junto con otros
cinco militantes del partido, y a su vuelta rompe con la organización constituyendo
un grupo guerrillero que iría a “fusionarse” con el EGP de Masetti. El reciente
libro de Ciro Bustos —quien coordinaba el soporte logístico del Ejercito
Guerrillero del Pueblo (EGP)— confirma esto[4].
En Julio de 1964 se
produce una explosión en un edificio de la calle Posadas en la cual mueren Ángel “Vasco” Bengoechea y otros ex
militantes de Palabra Obrera. Nahuel Moreno
realiza una presentación espontánea frente al Ministerio del Interior el día 3 de
Septiembre como respuesta a la acusación en la prensa de ser prófugo por las “actividades terroristas”[5] relacionadas
a la explosión del edificio mencionado. Ahí declara que el Vasco
Bengoechea era “partidario ortodoxo de las teorías del “Che”
Guevara y que la dirección de “Palabra Obrera” no compartía”
Después de esa declaración es detenido, y al otro día, ya en condición de
imputado, declara:
“...Con respecto al terrorismo y las guerrillas manifiesta
que desde hace años ha llevado una batalla ideológica y práctica denodada
contra la aplicación mecánica por parte de la juventud estudiantil o desclasada,
de los principios teóricos y prácticos cuya máxima expresión es el “Che”
Guevara. Que sigue creyendo el deponente que el progreso social y las grandes
revoluciones estructurales de los trabajadores, solo se los puede lograr con la
actividad masiva y organizada de los trabajadores y no por la acción de
pequeños grupos desvinculados de la realidad nacional y social”[6].
Aunque evidentemente estas declaraciones, por su carácter
policiaco, tienen sus características propias, los términos de la misma parecen
coherentes con, y sintetizan de manera acorde, la posición sostenida en el artículo
que la revista partidaria Estrategia
publicará ese mismo mes, y que se critica aquí[7].
Aunque las críticas
hacia la guerrilla de Moreno ya habían sido desarrolladas en polémicas con
Daniel Pereyra[8] y
Ángel Bengoechea, este nuevo artículo acrecienta la disputa, yendo ahora
directamente contra los supuestos de Ernesto Guevara[9],
ya que —como el mismo Moreno señala— percibía que los argumentos últimos de la
disputa estaban ahí, más que en sus anteriores contrincantes. Veamos estos
argumentos[10]
centrales plasmados en el texto de la revista.
El eje de la crítica de
Moreno es la necesidad de un Partido, de organización revolucionaria, con una
dirección y un programa que diese respuesta a la situación que se planteaba en
el país.
“Guevara con su teoría del grupo guerrillero y su ignorancia
del partido revolucionario lo único que hace es alentar la dispersión de la vanguardia
en tantos grupos preparatorios de la guerrilla como aspirantes a Fidel Castro
hay entre nosotros. El sueño de la guerrilla propia se ha transformado casi en
una moda trágica en los círculos revolucionarios pequeño burgueses. Por otro
lado, esa vanguardia se aísla del movimiento de masas, del estudio de la
realidad y de la formulación de un programa revolucionario. Lo único que ponen
los héroes que están dispuestos a luchar es su valentía a toda prueba.
Desgraciadamente ése es un camino que lleva a la derrota de
esa vanguardia. Para evitarla, o para lograr que esas derrotas fructifiquen por
la vía autocritica, no hay otra salida que plantear que la vanguardia
revolucionaria debe unirse en un frente único revolucionario como paso previo a
la formación del partido único de la revolución argentina. La vanguardia
revolucionaria debe orientarse a trabajar unida en el movimiento de masas con
sus organizaciones reconocidas para combatir a las direcciones oportunistas,
reaccionarias, que tienden a “institucionalizar” a las organizaciones de
trabajadores. El frente único revolucionario tiene ese objetivo preciso:
disputarle la dirección de los trabajadores al oportunismo. Al mismo tiempo
esta tarea se combina con otras dos: elevar a la vanguardia espontanea de los
trabajadores a una posición conscientemente revolucionaria y a la lucha por el
poder a los propios trabajadores.” (Moreno, 1964b, 71).
La vanguardia
revolucionaria que “eleva”, “une”, “liga” al movimiento de masas, se opone al
grupo guerrillero que lleva a la derrota. Y más adelante:
“¿Y la lucha armada? ¿Y la guerra de guerrillas? Justamente
será tarea de ese frente y partido único de la revolución el fijar de acuerdo
con el programa, el momento y la forma que deberá adoptar esa lucha armada. Lo
que nunca deberá hacer es aceptar un dogma en lugar de elaborar un programa
ajustado a esa realidad. Dicho sin ambages: el frente único revolucionario debe
rechazar el dogma de la guerra de guerrillas como único método y ajustar su
acción, inclusive la armada, a la elaboración de un programa y a la experiencia
del movimiento de masas y a la propia vanguardia organizada en un partido”
(Moreno, 1964b, 71).
Moreno no descarta la
lucha armada como método, solo que —según él— debe “ajustarse” al programa del
partido único. Y un poco antes plantea:
“La existencia de esa política revolucionaria, de las
consignas que siente el movimiento de masa, sintetizadas en un programa
revolucionario, junto con el partido que les vaya llevando a cabo en íntima
ligazón con los trabajadores y sus organizaciones, es la condición previa a
toda acción revolucionaria, principalmente a la lucha armada. De lo contrario,
cualquier acción, por pequeña que sea, se transforma en una aventura” (Moreno,
1964b, 55).
Moreno señala que es el “partido y el programa
revolucionario los puentes entre las ansias subjetivas de la vanguardia
revolucionaria y las necesidades objetivas del movimiento de masas” (Moreno,
1964b, 55). Este programa —se señala una y otra vez— surge del “análisis serio
y responsable de la realidad”.
No se explicita de qué
trata este análisis serio y responsable. Aunque en su mismo planteo propone que
“es el puente” con las masas porque —para él— lo central es “ganarse a las
masas” para los objetivos del partido (Moreno, 1964b, 53). Nada hay presente
aquí acerca de que expresan esas “masas” de ese proceso de acumulación donde
están insertas, qué clase de capital es el que utiliza esa fuerza de trabajo, y
por tanto, qué potencialidad tiene esa acción partidaria. Solo se menciona el
análisis de esta realidad, aunque no aparece en este texto. Y se refuerza la
idea del programa:
“el programa como síntesis de la política revolucionaria
tiene como objeto justamente ganar al movimiento de masas para los objetivos
revolucionarios del partido. Es el intermediario entre el partido y el
movimiento de masas. Este programa, para ser correcto, no puede dejar de tomar
en cuenta las necesidades, tradición, formas de organización y aspiraciones del
movimiento de las masas trabajadoras” (Moreno, 1964b, 53)
Justamente se marca de
forma constante esta supuesta falta de análisis de la realidad latinoamericana
del Che Guevara y de ahí deduce algo que, aunque se pueda coincidir en
principio, no aparece fundamentado. Él afirma que la acción del Che Guevara sin
este “estudio” es una sin conocimiento de causa, solo se basa en la “voluntad y
el deseo” del que la enuncia:
“¿De dónde saca Guevara su conclusión si la experiencia
histórica y latinoamericana no la avalan? No puede ser de otra fuente que de su
propia voluntad y deseo. Pero la voluntad y el deseo son malos consejeros si no
se asientan en un estudio responsable de
la realidad” (Moreno, 1964b, 37)
¿Cuál es ese estudio
serio y responsable? Parecería que el que Moreno postula. Sin embargo, ese
“análisis responsable de la realidad” aparece simplemente como algo externo a
la propia conciencia que lo realiza (suponiendo que esté presente en el texto
mencionado). Para Moreno el análisis de la realidad es algo que brota
inmediatamente de una conciencia individual, imponiéndose a otros análisis por
sus abstractas virtudes de “seriedad y responsabilidad”. En ningún momento los
considera como un avance en el conocimiento de las determinaciones generales
del modo de producción capitalista, y de las determinaciones específicas de la Argentina , que son la
forma concreta en que se expresan las potencias del capital en la propia
conciencia individual. Esta separación abstracta entre las condiciones
objetivas y el factor subjetivo permite suponer que éste pueda tener efectos
como “influir”, “elevar”, “ligar”, “unir” sobre la primera porque —al fin y al
cabo— ambas están puestas externamente en una relación de igualdad donde se
determinan mutuamente. Y, si esto es así, volvemos al punto donde había
empezado la crítica: es la abstracta voluntad del que enuncia la que define la
acción a realizar, sólo que su acierto o desacierto dependería de las
características del análisis realizado por ella.
El “análisis” presentado por Moreno que
encontramos sería el siguiente:
“Nosotros creemos justamente lo contrario que Guevara: en
Latinoamérica hay una situación pre-revolucionaria de lucha por el poder por
parte de los trabajadores, con su inevitable perspectiva de lucha armada,
porque: Primero: se resquebraja toda la estructura de los explotadores, hay
roces cada vez más violentos entre ellos por la disminución de las rentas
nacionales, y de algunos de ellos con el propio imperialismo, como consecuencia
de la explotación de éste. Esto se refleja en el carácter de los gobiernos y de
los ejércitos que no son cada vez más monolíticos, sino que por el contrario,
viven de crisis en crisis.
Segundo: como consecuencia de lo anterior, los trabajadores,
la pequeña burguesía, el campesinado y el proletariado latinoamericano, no ven
otra salida que la revolucionaria, desesperándose contra el régimen.
Tercero: hay grandes organizaciones de masas, los sindicatos
obreros y campesinos, trabados en lucha contra el régimen estatal oligárquico.
En ese sentido se parece mucho más a la situación clásica y no a la de
iniciación de la guerra de guerrillas. Pero esta situación pre-revolucionaria
tiene características especiales por la carencia de dos elementos: partidos
marxistas revolucionarios o partidos de masas pequeño burgueses que se
planteen la lucha revolucionaria contra el régimen y a excepción de los países
centroamericanos, no existe la menor posibilidad de ayuda limítrofe. Es decir,
la situación latinoamericana es pre-revolucionaria pero con una colosal
debilidad del factor subjetivo que no es compensado, ni de cerca, por el
entusiasmo que despertó el triunfo en Cuba.” (Moreno, 1964b, 42 y 43)
Según lo que leemos acá
de Moreno (y en la síntesis que él mismo realiza al final del texto), ambos —el
Che y él mismo— dicen que hay una situación prerevolucionaria y que hay una
“inevitable perspectiva de lucha armada”. Ahora Moreno da una explicación que
difiere en que hay organizaciones de masas en los países de Latinoamérica y de
ahí la acción diferente que postula de construir el partido en lugar de postular
la acción guerrillera. Pero en su base ambos planteos coinciden en que es el
factor subjetivo el que falta desarrollar.
Moreno discute con
Guevara el considerar una unidad monolítica a toda Latinoamérica, sus
burguesías, regímenes políticos y ejércitos divorciados del pueblo.
“El verdadero argumento guevarista es técnico y no social.
Él apela al campesinado y al campo por ser la clase y la zona ideales para la
guerrilla. Es decir, la guerrilla y la lucha armada no están al servicio del
movimiento de masas y los lugares geográficos, al servicio de la guerra de
guerrillas. El campesinado es la clase de vanguardia porque eso será mejor para
el desarrollo de la guerrilla, no porque lo sea en realidad. (…) Nosotros
creemos que la clase explotada está a la vanguardia de la revolución
latinoamericana, cambia de país a país y de etapa a etapa. Hemos superado el
esquema trotskista de que sólo el proletariado es la vanguardia de la
revolución, pero no para caer en otro funesto como aquél. Por el contrario,
como nuestros trabajos teóricos y prácticos lo demuestran, fuimos los primeros
en señalar que en Perú la vanguardia era el campesinado del Cuzco” (Moreno,
1964b, 52)
Por eso, en este
artículo efectivamente se mantiene una posición de crítica de la guerrilla pero
dentro de cierto marco. Moreno no la descarta, solo le exige reforzar el
partido y la dirección local de ese partido, pero las posibilidades y potencialidades
de la guerrilla —inclusive rural— más allá de las diatribas sostenidas en
contra, continúan[11].
De ahí que cuando de
acción a proponer se trata parecería no haber muchas diferencias entre lo que
se presenta como dos métodos bien
diferenciados. Solo encontramos una diferencia: la mención a la existencia de
“las organizaciones de masas” y la necesidad de considerarlas:
“la táctica correcta que no puede ser otra cosa que la feliz
combinación especifica de lucha armada y
organización de masas que corresponde a su país, el futuro personal de
ese pequeño burgués revolucionario, y lo que es más importante, del país y
Latinoamérica, está asegurado. Si no, éste será negro, plagado de desastres por
ignorar al movimiento de masas y la realidad de nuestros países” (Moreno,
1964b, 78)
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[1] Esta posición difiere de la
sostenida por Gabriel Rot en relación a que las posiciones de la izquierda
argentina desestimaron la experiencia del EGP (Ejército Guerrillero del
Pueblo). Rot señala: “La izquierda argentina, que desestimó —digámoslo una vez más —sobradamente la
experiencia del EGP, “aportó”, más que un balance meditado, una línea de
análisis sobre ésta, en general surcada por lugares comunes, y motivada más por
demostrar sus diferencias o simpatías con el foco que por extraer enseñanzas
políticas, teóricas y prácticas, que contribuyeran a comprender la práctica de
la guerrilla, en pleno auge en todo el continente” (Rot, 2000, 158). El trabajo
desarrollado a continuación sostiene que las agrupaciones políticas sí
realizaron un balance y discusión teórico-política de esa experiencia.
[2]
Este
artículo, junto con partes de Argentina
un país en crisis de marzo de 1964 y con La
revolución Latinoamericana de 1962, serían una de las primeras
críticas desarrolladas de la guerrilla como método de lucha impulsada desde
Cuba hacia Latinoamérica. Otra crítica contemporánea de 1963 es la de Guillermo
Lora del POR de Bolivia. Para una síntesis y discusión con la estrategia de la
guerrilla del Che en Bolivia con el proletariado minero, ver: Cano, Diego, ¿Entroncando
con las masas? Notas sobre la crítica a la guerrilla de Guillermo Lora, y la
relación de esta con los mineros en Bolivia. 2009, a ser publicado en la
revista Contratiempos.
[3] El primer número de Estrategia, de marzo de 1964, publicó Guerra de Guerrillas: Un método del Che
Guevara que había sido recientemente impreso en Cuba. Revista Estrategia número 1 págs. 37 a 52. Inmediatamente
posterior a este trabajo del Che, se publican en ese número unas supuestas
cartas (cartas sobre la Lucha Armada ),
donde se discute la guerrilla como método. Ahí su introducción dice: “A partir
del triunfo de la revolución cubana, surge un problema que será tema de muchas
discusiones: la relación entre la toma del poder y la lucha armada. Las
distintas corrientes políticas esbozan diferentes formas de combinar la lucha
armada con la lucha política de las masas trabajadoras, para derrotar a la
oligarquía y al imperialismo, e imponer sus gobiernos.” Pág. 53.
[4] Ciro Bustos, 2007, 226.
[5] Ver La
Nación del 5 de agosto de 1964.
[6] Causa judicial sobre voladura
de la calle Posadas 1964: «Bustamante, Perfecto y otros, por infracción decretos leyes 788/63-
4214/63 y estragos», a cargo del Juez federal Leopoldo Insaurralde. Cuerpos I a
VI. Existe copia para consulta en el CEDINCI.
[7] Sin embargo
elude la afirmación sostenida en el artículo: “que el proceso de lucha armada
es el comienzo de una revolución en permanencia”, declarándose “discípulos” de
Fidel Castro (Moreno, 1964b, 34)
[8] Daniel Pereyra era militante
de Palabra Obrera desarrollando su actividad en Perú junto con Hugo Blanco
en organizaciones campesinas. Fue
acusado de “putchista” por Moreno en una polémica que mantuvieron a fines de 1962 (González, 1999a, 259).
[9] Aunque no parecen ser
relevantes para el contenido de esta síntesis, sí es importante resaltar la
forma en que Moreno encara la discusión. Al Che Guevara lo descalifica
permanentemente de manera negativa. Estos son algunos ejemplos que se encontraron
de estos ataques: “en contra de los métodos de aceptación y generalización
pasiva de los triunfos revolucionarios” (Moreno, 1964b, 35); “Forma esquemática
y abstracta” (Moreno, 1964b, 35); “parece infantil” (Moreno, 1964b, 36); “falta
de un estudio serio y responsable “(Moreno, 1964b, 37); “Citas ciertamente
infantiles y carentes de seriedad” (Moreno, 1964b, 42); y, finalmente, el más
contundente, el peligro de “aceptar el honesto pero criminal consejo de Guevara
de organizar un grupo guerrillero” (Moreno, 1964b, 83).
[10] Según
González, ya en el Informe del plenario del 24 de marzo estaban planteadas
estas críticas, 1. “protagonista de la revolución la clase obrera”; 2. “se
trata de fortalecer el partido”; 3. “liquidar a las direcciones burocráticas y
oportunistas del movimiento de masas y ganar su dirección” (González, 199a,
356): Una crítica a la guerrilla como forma de lucha desarrollada por Moreno,
ya habría sido planteada en el número 340 de Palabra Obrera del 3 de junio de 1963. Lamentablemente, no pudimos
tener acceso a ese número, ya que no se encuentra en el CEDINCI, y la
biblioteca del MAS se encuentra desde hace tiempo en proceso de reorganización.
[11] En este punto, los argumentos
de Ernesto González son diferentes. Su lectura de este mismo texto de Moreno
solo pone énfasis en la crítica a la concepción guerrillera y soslaya la
actitud directamente agresiva con el Che Guevara plasmada durante todo el
texto. Por ejemplo, González finaliza asegurando que “Sobre las bases
elaboradas en su transcurso, se soldó la corriente trotskista que durante las
siguientes décadas presentó una alternativa política revolucionaria a las
posiciones guerrilleristas en sus diversas variantes” (González 1999a, 374). La
crítica de Moreno que se desprende de este texto no parece ser tan
descalificadora de la guerrilla como asegura González.
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