martes, 15 de mayo de 2012


Nahuel Moreno: la posición respecto de la lucha armada en la Argentina en 1964
La lucha armada en la Argentina, a pesar de su mención recurrente y de recientes esfuerzos significativos en el avance en su compresión, es un camino todavía abierto para muchas investigaciones. La potencialidad de las fuerzas de izquierda que tomaron para sí esta forma de lucha como la acción política a realizar, todavía merece una explicación. Una explicación no abstracta, por mera pasión historiográfica, sino una explicación que posibilite avanzar en el conocimiento de las determinaciones de nuestra propia acción hoy. Difícil parece postular cualquier acción política, más aún una que se declame representante de la clase obrera, sin dar cuenta de las razones de dónde brotaba esta potencialidad y, las de las denominadas fuerzas de izquierda que expresaron el surgimiento de la lucha armada y su posterior derrota.
En ese camino, este texto solo pretende sintetizar una posición que muestra, ya a mediados de los sesenta, diversos argumentos políticos en torno a la viabilidad, o potencia, de expresar una transformación mediante la lucha armada como método de acción política. Existe un sentido común, por lo menos en la Argentina, que la guerrilla y su discusión solo corresponden a la década posterior de los setentas. Hoy también, son “desestimadas” rápidamente las posiciones partidarias de la época respecto de esta forma de acción política. Por el contrario, este texto intenta mostrar que ya ahí estaban señaladas las concepciones políticas que posibilitan la discusión esencial sobre la guerrilla como método de lucha[1]. Tal vez, los sesenta principalmente en la Argentina, justamente por presentarse en los orígenes de la expansión en toda Latinoamérica de la lucha armada como método de acción, es cuando brotan más florecientes las posturas públicas a favor y en contra de estas acciones que la clandestinidad posterior —producto de la creciente represión— harán disminuir en importancia.
Más allá de las críticas a la guerrilla por ser considerada como único método de lucha, por hacer énfasis en su base rural y campesina, y por cierta desvinculación del movimiento obrero, que sería el eje de la acción revolucionaria, la mayoría de los planteos críticos de la acción guerrillera (e inclusive, los más afines tampoco lo negarían) sugieren que la consolidación y eje en el Partido no son considerados por los postulados guerrilleros.
Los que sostienen un planteo crítico de la lucha armada, se paran sobre la base de afirmar solo la potencia genérica de la clase obrera de superar el modo de producción capitalista. Así se establece que se debe potenciar la lucha de clases, “ligando”, “transmitiendo”, “concientizando” “elevando”, “uniendo”,  “ganándose a las masas”, a la clase obrera, considerando que ya existen condiciones objetivas para superar el modo de producción, y que solo faltaría impulsar unas abstractas condiciones subjetivas. La potencialidad genérica de estos planteos, esta afirmada desde la simple subsunción formal del obrero al proceso de producción, por la cual el trabajador pasa de realizar el proceso de producción bajo relaciones de dependencia personal, o de manera independiente, a hacerlo bajo una relación capitalista. Estos planteos nunca sostienen sus posiciones, mostrando la potencialidad revolucionaria del obrero viniéndole de ser atributo directo de la potencias del propio proceso de reproducción del capital, o sea desde la subsunción real del obrero al capital. Ahí es donde se revolucionan las condiciones del proceso de trabajo, que surgen por cuenta y cargo de una necesidad del capital, el cual transforma la materialidad del proceso de trabajo, y por tanto la subjetividad misma del obrero. Para decirlo de una vez,  mostrar a la acción política, que es una relación directa entre las personas, como forma concreta de realizarse la relación indirecta general, la relación económica. Si así lo hicieran, no se podría postular la propia acción política separada de las propias potencialidades que el modo de producción le imprime, sin la discusión contextual política inmediata de cada acción y que determinaciones generales expresan.
El año 1964 es significativo en la lucha armada en la Argentina, ya que son capturados los miembros de la experiencia del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) entre abril y mayo. Es también significativo porque en julio estalla una bomba en un edificio de la calle Posadas de la Capital, donde se encontraba un grupo que iría a “fusionarse” con el EGP, autodenominado Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN). El líder de ese grupo, Ángel “el Vasco” Bengoechea, había sido uno de los líderes de la agrupación trotskista Palabra Obrera, de reconocida trayectoria militante.
Esta síntesis corresponde al artículo Dos métodos frente a la revolución latinoamericana[2] de Nahuel Moreno líder de la agrupación Palabra Obrera de origen trotskista. El artículo es de septiembre de 1964 del segundo número de la revista partidaria Estrategia[3]. Palabra Obrera había sufrido recientemente una ruptura favorable a la guerrilla liderada por el “Vasco”, quien había ido a entrenar a Cuba junto con otros cinco militantes del partido, y a su vuelta rompe con la organización constituyendo un grupo guerrillero que iría a “fusionarse” con el EGP de Masetti. El reciente libro de Ciro Bustos —quien coordinaba el soporte logístico del Ejercito Guerrillero del Pueblo (EGP)—  confirma esto[4].
En Julio de 1964 se produce una explosión en un edificio de la calle Posadas en la cual  mueren Ángel “Vasco” Bengoechea y otros ex militantes de Palabra Obrera. Nahuel Moreno realiza una presentación espontánea frente al Ministerio del Interior el día 3 de Septiembre como respuesta a la acusación en la prensa de ser prófugo por las “actividades terroristas”[5] relacionadas a la explosión del edificio mencionado. Ahí declara que el Vasco Bengoechea era “partidario ortodoxo de las teorías del “Che” Guevara y que la dirección de “Palabra Obrera” no compartía” Después de esa declaración es detenido, y al otro día, ya en condición de imputado, declara:
“...Con respecto al terrorismo y las guerrillas manifiesta que desde hace años ha llevado una batalla ideológica y práctica denodada contra la aplicación mecánica por parte de la juventud estudiantil o desclasada, de los principios teóricos y prácticos cuya máxima expresión es el “Che” Guevara. Que sigue creyendo el deponente que el progreso social y las grandes revoluciones estructurales de los trabajadores, solo se los puede lograr con la actividad masiva y organizada de los trabajadores y no por la acción de pequeños grupos desvinculados de la realidad nacional y social”[6].
Aunque evidentemente estas declaraciones, por su carácter policiaco, tienen sus características propias, los términos de la misma parecen coherentes con, y sintetizan de manera acorde, la posición sostenida en el artículo que la revista partidaria Estrategia publicará ese mismo mes, y que se critica aquí[7].
Aunque las críticas hacia la guerrilla de Moreno ya habían sido desarrolladas en polémicas con Daniel Pereyra[8] y Ángel Bengoechea, este nuevo artículo acrecienta la disputa, yendo ahora directamente contra los supuestos de Ernesto Guevara[9], ya que —como el mismo Moreno señala— percibía que los argumentos últimos de la disputa estaban ahí, más que en sus anteriores contrincantes. Veamos estos argumentos[10] centrales plasmados en el texto de la revista.
El eje de la crítica de Moreno es la necesidad de un Partido, de organización revolucionaria, con una dirección y un programa que diese respuesta a la situación que se planteaba en el país.
“Guevara con su teoría del grupo guerrillero y su ignorancia del partido revolucionario lo único que hace es alentar la dispersión de la vanguardia en tantos grupos preparatorios de la guerrilla como aspirantes a Fidel Castro hay entre nosotros. El sueño de la guerrilla propia se ha transformado casi en una moda trágica en los círculos revolucionarios pequeño burgueses. Por otro lado, esa vanguardia se aísla del movimiento de masas, del estudio de la realidad y de la formulación de un programa revolucionario. Lo único que ponen los héroes que están dispuestos a luchar es su valentía a toda prueba.
Desgraciadamente ése es un camino que lleva a la derrota de esa vanguardia. Para evitarla, o para lograr que esas derrotas fructifiquen por la vía autocritica, no hay otra salida que plantear que la vanguardia revolucionaria debe unirse en un frente único revolucionario como paso previo a la formación del partido único de la revolución argentina. La vanguardia revolucionaria debe orientarse a trabajar unida en el movimiento de masas con sus organizaciones reconocidas para combatir a las direcciones oportunistas, reaccionarias, que tienden a “institucionalizar” a las organizaciones de trabajadores. El frente único revolucionario tiene ese objetivo preciso: disputarle la dirección de los trabajadores al oportunismo. Al mismo tiempo esta tarea se combina con otras dos: elevar a la vanguardia espontanea de los trabajadores a una posición conscientemente revolucionaria y a la lucha por el poder a los propios trabajadores.” (Moreno, 1964b, 71).
La vanguardia revolucionaria que “eleva”, “une”, “liga” al movimiento de masas, se opone al grupo guerrillero que lleva a la derrota. Y más adelante:
“¿Y la lucha armada? ¿Y la guerra de guerrillas? Justamente será tarea de ese frente y partido único de la revolución el fijar de acuerdo con el programa, el momento y la forma que deberá adoptar esa lucha armada. Lo que nunca deberá hacer es aceptar un dogma en lugar de elaborar un programa ajustado a esa realidad. Dicho sin ambages: el frente único revolucionario debe rechazar el dogma de la guerra de guerrillas como único método y ajustar su acción, inclusive la armada, a la elaboración de un programa y a la experiencia del movimiento de masas y a la propia vanguardia organizada en un partido” (Moreno, 1964b, 71).
Moreno no descarta la lucha armada como método, solo que —según él— debe “ajustarse” al programa del partido único. Y un poco antes plantea:
“La existencia de esa política revolucionaria, de las consignas que siente el movimiento de masa, sintetizadas en un programa revolucionario, junto con el partido que les vaya llevando a cabo en íntima ligazón con los trabajadores y sus organizaciones, es la condición previa a toda acción revolucionaria, principalmente a la lucha armada. De lo contrario, cualquier acción, por pequeña que sea, se transforma en una aventura” (Moreno, 1964b, 55).
Moreno señala que es el “partido y el programa revolucionario los puentes entre las ansias subjetivas de la vanguardia revolucionaria y las necesidades objetivas del movimiento de masas” (Moreno, 1964b, 55). Este programa —se señala una y otra vez— surge del “análisis serio y responsable de la realidad”.
No se explicita de qué trata este análisis serio y responsable. Aunque en su mismo planteo propone que “es el puente” con las masas porque —para él— lo central es “ganarse a las masas” para los objetivos del partido (Moreno, 1964b, 53). Nada hay presente aquí acerca de que expresan esas “masas” de ese proceso de acumulación donde están insertas, qué clase de capital es el que utiliza esa fuerza de trabajo, y por tanto, qué potencialidad tiene esa acción partidaria. Solo se menciona el análisis de esta realidad, aunque no aparece en este texto. Y se refuerza la idea del programa:
“el programa como síntesis de la política revolucionaria tiene como objeto justamente ganar al movimiento de masas para los objetivos revolucionarios del partido. Es el intermediario entre el partido y el movimiento de masas. Este programa, para ser correcto, no puede dejar de tomar en cuenta las necesidades, tradición, formas de organización y aspiraciones del movimiento de las masas trabajadoras” (Moreno, 1964b, 53)
Justamente se marca de forma constante esta supuesta falta de análisis de la realidad latinoamericana del Che Guevara y de ahí deduce algo que, aunque se pueda coincidir en principio, no aparece fundamentado. Él afirma que la acción del Che Guevara sin este “estudio” es una sin conocimiento de causa, solo se basa en la “voluntad y el deseo” del que la enuncia:
“¿De dónde saca Guevara su conclusión si la experiencia histórica y latinoamericana no la avalan? No puede ser de otra fuente que de su propia voluntad y deseo. Pero la voluntad y el deseo son malos consejeros si no se asientan  en un estudio responsable de la realidad” (Moreno, 1964b, 37)
¿Cuál es ese estudio serio y responsable? Parecería que el que Moreno postula. Sin embargo, ese “análisis responsable de la realidad” aparece simplemente como algo externo a la propia conciencia que lo realiza (suponiendo que esté presente en el texto mencionado). Para Moreno el análisis de la realidad es algo que brota inmediatamente de una conciencia individual, imponiéndose a otros análisis por sus abstractas virtudes de “seriedad y responsabilidad”. En ningún momento los considera como un avance en el conocimiento de las determinaciones generales del modo de producción capitalista, y de las determinaciones específicas de la Argentina, que son la forma concreta en que se expresan las potencias del capital en la propia conciencia individual. Esta separación abstracta entre las condiciones objetivas y el factor subjetivo permite suponer que éste pueda tener efectos como “influir”, “elevar”, “ligar”, “unir” sobre la primera porque —al fin y al cabo— ambas están puestas externamente en una relación de igualdad donde se determinan mutuamente. Y, si esto es así, volvemos al punto donde había empezado la crítica: es la abstracta voluntad del que enuncia la que define la acción a realizar, sólo que su acierto o desacierto dependería de las características del análisis realizado por ella.
El “análisis” presentado por Moreno que encontramos sería el siguiente:
“Nosotros creemos justamente lo contrario que Guevara: en Lati­noamérica hay una situación pre-revolucionaria de lucha por el poder por parte de los trabajadores, con su inevitable perspectiva de lucha armada, porque: Primero: se resquebraja toda la estructura de los explotadores, hay roces cada vez más violentos entre ellos por la disminución de las rentas nacionales, y de algunos de ellos con el propio imperialismo, como consecuencia de la explotación de éste. Esto se refleja en el carácter de los gobiernos y de los ejércitos que no son cada vez más monolíticos, sino que por el contrario, viven de crisis en crisis.
Segundo: como consecuencia de lo anterior, los trabajadores, la pequeña burguesía, el campesinado y el proletariado latinoamericano, no ven otra salida que la revolucionaria, desesperándose contra el régimen.
Tercero: hay grandes organizaciones de masas, los sindicatos obre­ros y campesinos, trabados en lucha contra el régimen estatal oligárquico. En ese sentido se parece mucho más a la situación clásica y no a la de iniciación de la guerra de guerrillas. Pero esta situación pre-revolucionaria tiene características especia­les por la carencia de dos elementos: partidos marxistas revoluciona­rios o partidos de masas pequeño burgueses que se planteen la lucha re­volucionaria contra el régimen y a excepción de los países centroa­mericanos, no existe la menor posibilidad de ayuda limítrofe. Es decir, la situación latinoamericana es pre-revolucionaria pero con una colosal debilidad del factor subjetivo que no es compensado, ni de cerca, por el entusiasmo que despertó el triunfo en Cuba.” (Moreno, 1964b, 42 y 43)
Según lo que leemos acá de Moreno (y en la síntesis que él mismo realiza al final del texto), ambos —el Che y él mismo— dicen que hay una situación prerevolucionaria y que hay una “inevitable perspectiva de lucha armada”. Ahora Moreno da una explicación que difiere en que hay organizaciones de masas en los países de Latinoamérica y de ahí la acción diferente que postula de construir el partido en lugar de postular la acción guerrillera. Pero en su base ambos planteos coinciden en que es el factor subjetivo el que falta desarrollar.
Moreno discute con Guevara el considerar una unidad monolítica a toda Latinoamérica, sus burguesías, regímenes políticos y ejércitos divorciados del pueblo.
“El verdadero argumento guevarista es técnico y no social. Él apela al campesinado y al campo por ser la clase y la zona ideales para la guerrilla. Es decir, la guerrilla y la lucha armada no están al servicio del movimiento de masas y los lugares geográficos, al servicio de la guerra de guerrillas. El campesinado es la clase de vanguardia porque eso será mejor para el desarrollo de la guerrilla, no porque lo sea en realidad. (…) Nosotros creemos que la clase explotada está a la vanguardia de la revolución latinoamericana, cambia de país a país y de etapa a etapa. Hemos superado el esquema trotskista de que sólo el proletariado es la vanguardia de la revolución, pero no para caer en otro funesto como aquél. Por el contrario, como nuestros trabajos teóricos y prácticos lo demuestran, fuimos los primeros en señalar que en Perú la vanguardia era el campesinado del Cuzco” (Moreno, 1964b, 52)
Por eso, en este artículo efectivamente se mantiene una posición de crítica de la guerrilla pero dentro de cierto marco. Moreno no la descarta, solo le exige reforzar el partido y la dirección local de ese partido, pero las posibilidades y potencialidades de la guerrilla —inclusive rural— más allá de las diatribas sostenidas en contra, continúan[11].
De ahí que cuando de acción a proponer se trata parecería no haber muchas diferencias entre lo que se presenta como dos métodos bien diferenciados. Solo encontramos una diferencia: la mención a la existencia de “las organizaciones de masas” y la necesidad de considerarlas:
“la táctica correcta que no puede ser otra cosa que la feliz combinación especifica de lucha armada y  organización de masas que corresponde a su país, el futuro personal de ese pequeño burgués revolucionario, y lo que es más importante, del país y Latinoamérica, está asegurado. Si no, éste será negro, plagado de desastres por ignorar al movimiento de masas y la realidad de nuestros países” (Moreno, 1964b, 78)

Bibliografía
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[1] Esta posición difiere de la sostenida por Gabriel Rot en relación a que las posiciones de la izquierda argentina desestimaron la experiencia del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo). Rot señala: “La izquierda argentina, que desestimó  —digámoslo una vez más —sobradamente la experiencia del EGP, “aportó”, más que un balance meditado, una línea de análisis sobre ésta, en general surcada por lugares comunes, y motivada más por demostrar sus diferencias o simpatías con el foco que por extraer enseñanzas políticas, teóricas y prácticas, que contribuyeran a comprender la práctica de la guerrilla, en pleno auge en todo el continente” (Rot, 2000, 158). El trabajo desarrollado a continuación sostiene que las agrupaciones políticas sí realizaron un balance y discusión teórico-política de esa experiencia.
[2] Este artículo, junto con partes de Argentina un país en crisis de marzo de 1964 y con La revolución Latinoamericana de 1962,  serían una de las primeras críticas desarrolladas de la guerrilla como método de lucha impulsada desde Cuba hacia Latinoamérica. Otra crítica contemporánea de 1963 es la de Guillermo Lora del POR de Bolivia. Para una síntesis y discusión con la estrategia de la guerrilla del Che en Bolivia con el proletariado minero, ver: Cano, Diego, ¿Entroncando con las masas? Notas sobre la crítica a la guerrilla de Guillermo Lora, y la relación de esta con los mineros en Bolivia. 2009, a ser publicado en la revista Contratiempos.
[3] El primer número de Estrategia, de marzo de 1964, publicó Guerra de Guerrillas: Un método del Che Guevara que había sido recientemente impreso en Cuba. Revista Estrategia número 1 págs. 37 a 52. Inmediatamente posterior a este trabajo del Che, se publican en ese número unas supuestas cartas (cartas sobre la Lucha Armada), donde se discute la guerrilla como método. Ahí su introducción dice: “A partir del triunfo de la revolución cubana, surge un problema que será tema de muchas discusiones: la relación entre la toma del poder y la lucha armada. Las distintas corrientes políticas esbozan diferentes formas de combinar la lucha armada con la lucha política de las masas trabajadoras, para derrotar a la oligarquía y al imperialismo, e imponer sus gobiernos.” Pág. 53.
[4] Ciro Bustos, 2007, 226.
[5] Ver La Nación del 5 de agosto de 1964.
[6] Causa judicial sobre voladura de la calle Posadas 1964: «Bustamante, Perfecto y  otros, por infracción decretos leyes 788/63- 4214/63 y estragos», a cargo del Juez federal Leopoldo Insaurralde. Cuerpos I a VI. Existe copia para consulta en el CEDINCI.
[7] Sin embargo elude la afirmación sostenida en el artículo: “que el proceso de lucha armada es el comienzo de una revolución en permanencia”, declarándose “discípulos” de Fidel Castro (Moreno, 1964b, 34)
[8] Daniel Pereyra era militante de Palabra Obrera desarrollando su actividad en Perú junto con Hugo Blanco en  organizaciones campesinas. Fue acusado de “putchista” por Moreno en una polémica que mantuvieron  a fines de 1962 (González, 1999a, 259).
[9] Aunque no parecen ser relevantes para el contenido de esta síntesis, sí es importante resaltar la forma en que Moreno encara la discusión. Al Che Guevara lo descalifica permanentemente de manera negativa. Estos son algunos ejemplos que se encontraron de estos ataques: “en contra de los métodos de aceptación y generalización pasiva de los triunfos revolucionarios” (Moreno, 1964b, 35); “Forma esquemática y abstracta” (Moreno, 1964b, 35); “parece infantil” (Moreno, 1964b, 36); “falta de un estudio serio y responsable “(Moreno, 1964b, 37); “Citas ciertamente infantiles y carentes de seriedad” (Moreno, 1964b, 42); y, finalmente, el más contundente, el peligro de “aceptar el honesto pero criminal consejo de Guevara de organizar un grupo guerrillero” (Moreno, 1964b, 83).
[10] Según González, ya en el Informe del plenario del 24 de marzo estaban planteadas estas críticas, 1. “protagonista de la revolución la clase obrera”; 2. “se trata de fortalecer el partido”; 3. “liquidar a las direcciones burocráticas y oportunistas del movimiento de masas y ganar su dirección” (González, 199a, 356): Una crítica a la guerrilla como forma de lucha desarrollada por Moreno, ya habría sido planteada en el número 340 de Palabra Obrera del 3 de junio de 1963. Lamentablemente, no pudimos tener acceso a ese número, ya que no se encuentra en el CEDINCI, y la biblioteca del MAS se encuentra desde hace tiempo en proceso de reorganización.

[11] En este punto, los argumentos de Ernesto González son diferentes. Su lectura de este mismo texto de Moreno solo pone énfasis en la crítica a la concepción guerrillera y soslaya la actitud directamente agresiva con el Che Guevara plasmada durante todo el texto. Por ejemplo, González finaliza asegurando que “Sobre las bases elaboradas en su transcurso, se soldó la corriente trotskista que durante las siguientes décadas presentó una alternativa política revolucionaria a las posiciones guerrilleristas en sus diversas variantes” (González 1999a, 374). La crítica de Moreno que se desprende de este texto no parece ser tan descalificadora de la guerrilla como asegura González.

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