viernes, 15 de octubre de 2010

Dialéctica Conciencia y Enajenación. Hegel, Diderot y Shaskespeare

Dialéctica Conciencia y Enajenación. Hegel, Diderot y Shaskespeare

En el desarrollo del Espíritu Extrañado de Sí; La Formación[1], de la Fenomenología del Espíritu, Hegel desarrolla su interpretación de El sobrino de Rameau de Denis Diderot que aquí lo vamos a usar como ejemplo de lo que sería la dialéctica. Vamos a tomarnos de texto, ya que es claramente sintomático de la utilización errada que interpreta la dialéctica como contradicción. Además, reviste interés porque la obra El sobrino de Rameau es la única obra citada en toda La Fenomenología del Espíritu, mostrando la relevancia de la discusión para el autor alemán de este texto.

En El Sobrino de Rameau aparecen dos personajes que desde posiciones totalmente opuestas discuten entre sí. Es un dialogo entre Él y Yo que muestra en esa discusión las peores miserias de Rameau, entre ellas el derecho al vicio en nombre de la naturaleza, del cual busca su satisfacción bajo cualquier medio, fiel a él mismo, a sus intereses y sensaciones, lleva hasta las últimas instancias su consecución sin ninguna reflexión[2]. El Él es totalmente opuesto, contrario, muestra los límites, los reproches sociales que pueden venir de sus acciones.

Efectivamente aparecen en esta obra dos enfrentados, opuestos totalmente, los cuales chocan (Yo y Él), pero en ese choque no parece avanzar, solo Rameau afirma su propia acción. Las partes más relevantes de Hegel al respecto señalan: “El poder universal que es la sustancia, al no alcanzar su propia espiritualidad sino mediante el principio de la individualidad, cobra su propio self sólo como nombre en él y por eso es más bien el ser impotente que se sacrifica o cede a sí mismo.”[3] Y un poco más adelante: “El verdadero espíritu es precisamente esta unidad de lo absolutamente separado, y, ciertamente, ese espíritu viene a la existencia precisamente a través de la libre realidad de eso sus extremos carentes de self como medio de ellos, o como término medio de ellos”[4]. Efectivamente Hegel habla de los extremos, de lo absolutamente separado, pero leamos atentamente. El espíritu viene a la existencia a través de ellos, alcanza su espiritualidad a través de la individualidad. No es la contraposición de dos figuras autónomas las que ponen la cosa en movimiento, o son estas figuras en su enfrentarse el movimiento mismo. Es el espíritu que se expresa en esas dos figuras porque tiene en él esas dos potencias que las expresan, aparentemente encontradas, pero en unidad (no exterior como se afirma usualmente) de ellas, sino de la plena expresión de una necesidad que se manifiesta en dos individualidades específicas. Por supuesto se realiza a través de ese choque. El choque es bien real, pero como forma. Forma de un contenido que está en él. El texto de Diderot lo pone en dos personas, dos individualidades, separadas que facilitan esta interpretación de la dialéctica de los contrarios[5]. Sin embargo, desde la interpretación aquí sostenida, lo que está ahí presente es la figura de lo actual[6] y lo potencial en dialogo interno, en la lucha interior por la imposición de la necesidad de realizarse. Lo interior de Rameau se expresa en el dialogo del Yo y Él, se pone fuera, en este ida y vuelta entre dos, pero solo hace oídos —por decirlo así— porque retumba internamente. Si no existiera esa potencialidad interior que hiciera lugar en el ser en el que se expresa, ese diálogo nunca hubiera tenido lugar. No hubiera prosperado.

Esta forma de figura literaria para expresar la profundidad de lo que se presenta contrapuesto mostrando lo existente desarrollado en tensión con lo potencial a realizarse, es bien conocida en la literatura que presenta personajes en tensión interior. Shakespeare, en el famoso diálogo imaginario de Hamlet con el fantasma de su padre, que a él le parece estar realizando un dialogo real, sucede realmente al interior de su propia mente[7]. La figura del padre manifiesta su profunda necesidad interior en contraposición a su actualidad, o como señala Hegel en otro lugar “más bella y profundamente todavía es tratada en Hamlet la aparición del espíritu sólo como una forma objetiva del barrunto interno de Hamlet.”[8]


[1] Este es el título de Manuel Jiménez Redondo, el más conocido dado por Roces es el de El Espíritu.

[2] Diderot,Denis, El Sobrino de Rameu. Ediciones Cátedra. Madrid. 1985. Expresivamente en págs. 78 y 79.

[3] FEN pág. 622.

[4] FEN, pág. 623.

[5] Marx en carta del 15 de Abril de 1869 a Engels (MECW, Vol. 43, pág. 263) destaca el trabajo de Diderot como una obra maestra, y cita un largo pasaje de Hegel al respecto, destacando el carácter gracioso del mismo, el cual —entendemos— va en el sentido de lo que aquí se ha expuesto. “El contenido del habla de este espíritu desde sí mismo y acerca de sí mismo es, por tanto ,la inversión de todos los conceptos y realidades, la exposición del universal embuste que representan tanto él mismo como los otro, y la desvergüenza y obscenidad de expresar y declarar abiertamente que esa mentira es precisamente por ello la mayor verdad”…”A la conciencia tranquila que honestamente pone la melodía de los bueno y lo verdadero en la igualdad de los tonos, es decir, en una nota ese habla no puede pareceré sino “un compuesto de altura y bajeza, de sabiduría y demencia”. FEN pág. 624.

[6] La interpretación sostenida aquí de actual sigue la definición del glosario de Alfredo Llanos a la FEN: “Actual, Actualidad (Wirklich, Wirklichkeit) Completamente desarrollado, maduro, opuesto a potencial y potencialidad, que es sólo lo posible. (Llanos, 498, 1991)

[7] El mismo contenido se encuentra en la tan mal conocida metáfora del viejo topo de Marx del 18 Brumario de Luis Bonaparte.

[8] En G.W.F. Hegel. Lecciones sobre estética, traducción Alfredo Brotóns Muñoz. Editorial Akal. Pág. 169. Hegel continua “Hamlet es una naturaleza débil, un ánimo bello replegado en sí que difícilmente puede decidirse a abandonar esta armonía interna, melancólico, taciturno hipocondriaco y meditabundo, y, por tanto nada inclinado a un acto de venganza, tal, pues, como también Goethe ha establecido la idea de que lo que Shakespeare quiso describir era la imposición de una gran acción a un alma incapaz de acción”. Pág. 169.

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